¿Rendirme yo?

 ¿Rendirme yo?

Caí. No una vez, sino tantas que perdí la cuenta.
Me traicionaron, sí. Personas que jamás creí capaces.
Perdí gente que amaba con el alma,
y en su partida, algo de mí también se fue.
Sufrí. Con el cuerpo, con el alma, con el silencio de los días sin consuelo.
Mi fuerza flaqueó, mi corazón se quebró en mil pedazos.
Perdí rendimiento, sí... bajé el nivel, el ánimo, las ganas.
Caminé por la cuerda floja entre la esperanza y el abismo.
Estuve solo. Solo en mis peores momentos,
cuando el mundo parecía no mirar, no escuchar, no importar.

Y sin embargo,
a pesar de todo,
acá estoy.

De pie. Tal vez herido, pero no vencido.
Con las cicatrices como medallas,
con la frente alta aunque el alma a veces tiemble.

Sigo, paso a paso. No por orgullo,
sino porque algo dentro mío se rehúsa a morir.
Trato cada día de ser mejor que ayer, aunque ayer me haya dolido.
Aprendí que la grandeza no está en no caer,
sino en levantarse con el corazón aún roto.
Aprendí que la soledad también enseña,
que el dolor también transforma,
y que no todos los que se van merecen volver.

¿Rendirme?
No.
Porque aunque me falte fuerza, me sobra coraje.
Aunque me falten manos, me sostengo en la fe.
Y aunque me falte amor, me abrazo a mí mismo.

Sigo de pie, porque aprendí a levantarme con dignidad.
Y si el mundo me da la espalda, yo igual camino…
porque mi camino no lo dicta el mundo,
sino mi voluntad de volver a empezar de nuevo.

— Rubén Gustavo Ayala Williams
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