De pie y con dignidad: jamás es tarde para volver a empezar de nuevo

 

De pie y con dignidad: jamás es tarde para volver a empezar de nuevo

Después de años de oscuridad, enfermedad y juicio social, hoy vuelvo a hablarle al mundo desde la recuperación, la fe y la convicción profunda de que aún tengo derecho a amar, a reconstruir y a reclamar lo que me pertenece. No busco revancha: busco justicia. No vuelvo desde el rencor, sino desde la esperanza.


Volver a empezar de nuevo: mi testimonio de pie, con dignidad y con Dios

Durante mucho tiempo estuve tirado.
Caído.
Perdido entre el dolor, la culpa, los errores, y también entre enfermedades que no comprendía.
Fui un hombre que caminaba a oscuras, buscando sin encontrar, herido por dentro y juzgado por fuera.
Fui alcohólico.
Fui inestable.
Fui alguien que no sabía cuánto daño podía causarse a sí mismo.
Pero jamás fui una mala persona.

Y hoy, frente al mundo, con la frente en alto y el corazón limpio, puedo decir que ya no soy ese hombre.
Estoy de pie.
No por milagro ni por suerte: estoy de pie porque Dios me sostuvo cuando ni yo mismo creía que valía la pena.
Y porque un día decidí, con todo el dolor y el coraje que eso implica, volver a empezar de nuevo.

No es fácil volver cuando muchos aún te miran con los ojos del pasado.
Cuando algunos, que un día te conocieron débil, hoy bajan la mirada o cruzan de vereda, como si fueras una vergüenza.
Pero no me avergüenzo de haber tocado fondo, porque desde ahí empecé a reconstruirme.
Y no le debo explicaciones a quienes sólo conocen una parte de mi historia: la caída.
Porque también tengo derecho a contar la otra parte: la lucha, la recuperación, la fe, el amor que no se rinde.

No busco revancha. No quiero venganza.
Lo que busco es justicia.
Lo que reclamo es lo que me pertenece: el derecho a recuperar mi hogar, a volver a ver a mis hijos y nietos, a reconstruir, desde el respeto, lo que una vez soñé y construí con el esfuerzo de toda una vida.

Hubo una mujer, madre de mis hijos, que aprovechó mis momentos más difíciles para apartarme de mi familia y quedarse con lo que juntos habíamos levantado. No la odio. No la juzgo.
Solo quiero que se reconozca que yo también tengo derechos.
Que fui padre presente, que trabajé, que entregué mi salud para que ese hogar existiera.
Y hoy, como hombre en recuperación, en paz, sin violencia, me propongo seguir todos los caminos legales para recuperar lo que me corresponde.

Porque merezco volver a ver crecer a mis nietos.
Merezco volver a mirar a mis hijos a los ojos sin que un pasado distorsionado se interponga entre nosotros.
Merezco vivir en la casa que ayudé a construir con mis propias manos.

Hoy ya no soy el hombre que cayó. Soy el hombre que se levantó.
Con cicatrices, sí. Pero también con convicciones, con fe, con amor.

A quienes aún me señalan, les digo: no me juzguen por lo que fui.
Mírenme por lo que hoy soy.
Y si no pueden, los perdono igual.
Porque no cargo rencores. Cargo esperanza.

Doy gracias a Dios, a la vida y a mí mismo por no rendirme.
Porque si algo aprendí en este camino es que jamás es tarde para volver a empezar de nuevo.


Por Rubén Gustavo Ayala Williams
Blog “Palabras, Solo Palabras”
Todos los derechos reservados ©
Queda prohibida su reproducción total o parcial sin autorización del autor.
Protegido por Ley N.º 11.723 de Propiedad Intelectual (Argentina).




Comentarios

Entradas populares