Carta abierta a mi nieto Dylan Exequiel
Carta abierta a mi nieto Dylan Exequiel Ayala
Querido Dylan:
Hoy, como un rayo de luz entre tantos días grises, apareció en mis recuerdos una imagen que me llenó el alma: el día en que naciste, hace ya once años. Qué emoción tan grande fue aquella. Tu llegada me hizo sentir el hombre más afortunado del mundo. Fuiste mi primer nieto, y desde ese momento ocupaste un lugar eterno en mi corazón.
Hoy no estamos juntos, y eso me duele profundamente. No sé cómo estás, cómo hablás, qué cosas te hacen reír o qué soñás con ser. No pude acompañarte en tus cumpleaños ni en tus pasos de crecimiento. Pero quiero que sepas que no fue por decisión mía. Las circunstancias de la vida, decisiones ajenas y situaciones dolorosas me alejaron del hogar y de ustedes.
Quiero dejar algo claro desde lo más profundo de mi ser: mi separación fue con tu abuela Claudia, no con mis hijos, y mucho menos con ustedes, mis nietos. Lo que ocurrió fue doloroso, y tuvo consecuencias que aún cargo. Pero nunca, jamás, me separé del amor que siento por vos ni por tu mamá Johanna, ni por tus hermanitos Ameli y esa pequeña nietita que aún no conozco. El amor de un abuelo no se apaga con la distancia, ni con el silencio, ni con el tiempo.
Recuerdo con una ternura infinita cuando venías a visitarme a la casa del fondo. Me decías Lolo, y jugábamos como si el mundo fuera un lugar perfecto. Esos momentos están guardados en mi alma. Aunque hoy esté solo, con algunos problemas de salud y muchas cosas por sanar, tu recuerdo me acompaña. Me da fuerzas. Me devuelve esperanza.
No sé por qué tu mamá decidió no permitirme más contacto con ustedes. Es una de esas cosas que aún no comprendo. Pero mi corazón no guarda rencor. Solo guarda amor, y la esperanza de que algún día, cuando seas grande y sientas la necesidad de buscar respuestas, vengas a verme. Y aquí voy a estar, con los brazos abiertos.
La justicia puede entender de leyes, de procedimientos y de decisiones, pero hay cosas que no están en ningún expediente: el amor de un abuelo, el dolor de la ausencia, el deseo sincero de abrazar a sus nietos. Ese amor es lo que me sostiene, y es lo que me impulsa a escribirte hoy.
Dylan querido: feliz cumpleaños. Que la vida te dé alegría, sabiduría y fuerza. Que nunca pierdas la ternura, ni la capacidad de buscar tu verdad.
Y que cuando llegue el momento, sepas que tu Lolo siempre te amó y nunca dejó de esperarte.
Con todo mi amor,
Tu Lolo, Rubén Gustavo Ayala Williams
Blog: Palabras, solo palabras
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