PARA QUE LA VERDAD NO QUEDE EN SILENCIO, EL AMOR NO SE DEBITA
PARA QUE LA VERDAD NO QUEDE EN SILENCIO
EL AMOR NO SE DEBITA
Cuando la obligación se cumple, pero el vínculo se niega
“Ningún niño debería aprender que el amor se mide en transferencias.”
Escrito para mi hijo, y para quien quiera escuchar con honestidad
“El amor no se mide en transferencias; se sostiene en la presencia, aun cuando esa presencia es injustamente negada.”
Cumplir con las obligaciones materiales es un deber legal.
Pero el amor, la presencia y el vínculo no se descuentan de una cuenta ni pueden ser reemplazados por un comprobante bancario.
Escribo estas palabras con un único propósito: que mi hijo, hoy o mañana, sepa que nunca dejé de hacer nada por él; que comprenda que, aun en la distancia, siempre existió de mi parte la voluntad de estar, acompañar y reparar.
Como todo ser humano, cometí errores. Pero siempre entendí que corregirlos no se limita al cumplimiento de una obligación económica. Cumplir es necesario, pero no reemplaza el diálogo, el vínculo ni la presencia emocional que todo niño necesita.
Existió un acuerdo en el ámbito judicial que asumí y cumplí. Dicho acuerdo incluía acciones orientadas al bienestar de mi hijo, entre ellas la realización de un acompañamiento terapéutico y la correspondiente comunicación de esa instancia ante la Justicia. Con el paso del tiempo, esas acciones no tuvieron el desarrollo ni el seguimiento que se había previsto, y la situación quedó envuelta en silencios que nunca fueron aclarados.
Mientras tanto, el tiempo siguió avanzando. Y cuando el tiempo pasa sin respuestas, el daño no desaparece: se profundiza.
De manera progresiva, mi lugar fue desdibujándose. De padre presente pasé a ser un padre excluido. No por una decisión personal, sino por una suma de circunstancias, versiones incompletas y falta de intervención efectiva. Muchos señalaron responsabilidades sin conocer toda la historia, cuando la verdad es simple y dolorosa: yo no me fui; fui apartado.
Este texto no busca confrontar, ni acusar, ni reabrir heridas. Busca dejar constancia. Busca que algún día mi hijo sepa que su padre no eligió la ausencia, que no dejó de intentar los caminos posibles y que sostuvo su palabra aun cuando no fue escuchado.
También es una reflexión necesaria sobre lo que ocurre cuando las instituciones no llegan a tiempo. La protección de los derechos de un niño no puede limitarse a lo económico; debe incluir el cuidado del vínculo, la salud emocional y el derecho a relacionarse con ambos padres.
La Justicia cumple un rol esencial cuando logra equilibrar la letra de la ley con la realidad humana que esa ley busca proteger. No se trata de señalar fallas ni de atribuir culpas, sino de advertir que, cuando los procesos se dilatan, se fragmentan o pierden seguimiento, el tiempo —que para un expediente es una variable técnica— para un niño es vida que no vuelve. En esos vacíos, el silencio puede transformarse, sin intención, en una forma de daño.
Reconocer esta dimensión no ofende a la Justicia: la fortalece. Porque una Justicia que escucha, revisa y repara a tiempo no solo hace cumplir obligaciones, sino que resguarda derechos esenciales, entre ellos el derecho de un niño a no perder a uno de sus padres en el camino burocrático de los conflictos adultos.
Seguiré escribiendo. No desde el rencor, sino desde la memoria. No desde la confrontación, sino desde la dignidad. Porque la palabra es el único espacio donde todavía puedo estar presente, y porque la verdad merece ser dicha con respeto, aun cuando incomoda.
Si algún día estas líneas llegan a vos, hijo mío, quiero que sepas esto: si no estuve como quise, no fue por falta de amor, ni de voluntad, ni de lucha.
Ruben Gustavo Ayala Williams
Autor y compositor · Padre excluido
Blog: Palabras, Solo Palabras
© Derechos reservados – Ley 11.723
Dirección Nacional del Derecho de Autor (DNDA)
Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización del autor.



Comentarios
Publicar un comentario