Isaías Benjamín: ¿Quién me robó tu infancia?
Isaías Benjamín:
¿Quién me robó tu infancia?
En un rincón polvoriento del alma,
donde las fotografías ya no sonríen,
se esconde tu risa como un susurro lejano,
como un eco que no quiere morir.
Allí estabas, tan pequeño, tan libre,
con los pies descalzos corriendo el mundo,
con el sol pintando luces en tu rostro
y el cielo entero jugando contigo.
Eras todo lo que la vida promete al nacer:
ternura, asombro, inocencia sin medida.
Yo era el guardián de tus pasos primeros,
el testigo bendito de tu alegría.
Pero un día… algo se rompió.
Una puerta se cerró sin explicación,
y la sombra se coló entre nosotros
como un ladrón que no deja perdón.
No fue el tiempo el que te robó la infancia.
No fue la distancia, ni el olvido.
Fue la injusticia con su manto frío,
fue el egoísmo disfrazado de razones,
fue el silencio cómplice de quienes callan
cuando más falta hace la verdad.
¿Quién se atrevió a cambiar tus juguetes
por peritajes y declaraciones vacías?
¿Quién desdibujó tu risa clara
con argumentos que nunca pediste escuchar?
A veces me pregunto si lo recordás,
aquel canto antes de dormir,
las tardes de plaza, los cuentos inventados,
los abrazos que eran hogar sin paredes.
Yo sí lo recuerdo, hijo.
Cada segundo vive en mí como una llama,
aunque el viento de los años intente apagarla.
Y no hay noche en que no le pida a Dios
por tu corazón, por tu luz, por tu paz.
Porque aunque el mundo diga que no soy parte,
yo sigo siendo tu padre.
Aunque borren mi nombre de los papeles,
yo estoy en la raíz de tu historia.
Y aunque no pueda estar a tu lado,
te llevo en cada oración, en cada lágrima,
en cada línea de este poema que sangra.
Reflexión final
Isaías Benjamín, si alguna vez lees estas palabras, sabé que tu infancia no fue solo tuya. Fue también mía, y fue arrancada de nuestras manos por decisiones ajenas al amor.
Pero el amor verdadero resiste, hijo. No prescribe, no se esconde, no muere.
La infancia no se puede devolver, pero el vínculo, sí.
Y si algún día elegís volver, no encontrarás reproches ni reclamos, sino un abrazo abierto, incondicional… como aquel primero que te di al nacer.
Porque ser padre no es estar todos los días.
Es no dejar de esperar ni un solo día.
Y aunque el tiempo, la ley o el dolor intenten separarnos,
nunca podrán borrar lo que sembramos en el corazón.
Con todo mi amor, con todo mi dolor, con toda mi esperanza:
Rubén Gustavo Ayala Williams
Padre, poeta, y eterno guardián de tu infancia perdida.
#palabrassolopalabras
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