Navidad: el nacimiento que espero, Cuando la fiesta no llega al corazón y el amor resiste en soledad

 

Navidad: el nacimiento que espero

Capítulo especial de Navidad

Cuando la fiesta no llega al corazón y el amor resiste en soledad


“Pueden quitarme el techo, mi casa o incluso mi libertad; pero jamás podrán borrar la verdad que llevo escrita en el alma.”


La Navidad vuelve cada año con su promesa de alegría, mesas largas y abrazos. Para muchos es celebración; para mí, es memoria. No duele la fecha en sí, duele lo que recuerda. Duele porque existió una familia, un hogar construido con esfuerzo, risas, discusiones, acuerdos, sueños pequeños y grandes. Todo fue real. Nada fue imaginado. Y por eso, cuando falta, duele.

Hace años que no brindo. No porque haya dejado de creer, sino porque el brindis necesita miradas que se encuentren. La Navidad me encuentra en silencio, acompañado por recuerdos que nadie puede confiscar. Aprendí a pasar estas noches sin regalos que envolver, sin manos que estrechar, sosteniéndome en lo único que no pudieron arrebatarme: la palabra.

Me quitaron el techo. Me quitaron la casa. Me arrancaron la vida cotidiana con mis hijos, con la mujer con la que compartí treinta años, con mis nietos. Me empujaron a la intemperie del mundo. Pero no pudieron borrar el amor sembrado ni la verdad que cargo en el alma. Un padre excluido no deja de ser padre. Un amor verdadero no prescribe.

Muchas veces me pregunté para qué seguir viviendo cuando no se puede abrazar a quienes le dan sentido a la vida. No es deseo de morir; es cansancio del alma. Es el dolor de amar a distancia por obligación, no por elección. Es la herida de un hombre que sabe quién fue y quién es, aunque otros intenten reducirlo al silencio.

Sigo porque rendirme sería aceptar que todo lo vivido no valió la pena. Sigo porque amar nunca fue un error. Sigo porque resistir también es una forma de fe. Resisto sin volverme piedra, sin convertir el amor en rencor, sin permitir que el orgullo termine de arrasar lo que la ausencia ya lastimó.

La Navidad es el nacimiento del Niño Jesús. Es el anuncio de que la luz llega incluso en la noche más larga. Por eso, aun desde la soledad, deseo que nazca en los corazones el amor y muera el orgullo. Que nazca la memoria de lo que costó construir una familia: horas de trabajo, sacrificios, renuncias, perdones, promesas cumplidas. Nada de eso fue gratis. Todo tuvo precio.

Esta Navidad no tengo mesa, pero tengo memoria. No tengo abrazos, pero tengo palabras. Y mientras pueda escribir, seguiré existiendo. Porque pueden quitarme todo, menos la verdad que llevo escrita en el alma: amé, luché, resistí y todavía espero.



A Maximiliano, Johanna, Isaías, y a su madre:

Que estas palabras no sean reproche, sino verdad. Que recuerden lo que nos costó construir una familia. Los días largos, las noches sin dormir, las decisiones difíciles, el amor puesto una y otra vez por delante. Que recuerden que nada de eso fue casual ni fácil.

Me dejaron solo y excluido, y aun así los sigo amando. Rezo por ustedes, no desde el enojo, sino desde la esperanza. Ojalá esta Navidad nazca en sus corazones el amor y muera el orgullo. Ojalá algún día comprendan que jamás dejé de estar, aunque me hayan obligado a desaparecer.

Yo estoy muerto sin ustedes, sí; pero no muerto de odio. Muerto de ausencia. Y aun así, sigo eligiendo amar, porque el amor verdadero no se apaga cuando lo encierran afuera.

Esta es mi Navidad. Sin luces ni brindis, pero con la dignidad intacta de quien no renunció al amor.


Ruben Gustavo Ayala Williams
Padre Excluido — Autor y Compositor
Derechos reservados – Ley 11.723
Palabras, solo palabras



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