LA VERDAD QUE TARDE O TEMPRANO DESPIERTA Cuando la mentira educa, el daño no se ve… hasta que duele
LA VERDAD, TARDE O TEMPRANO, DESPIERTA
Cuando la mentira educa, el daño no siempre se ve… hasta que duele
Un hijo que crece rodeado de versiones incompletas o distorsionadas puede desarrollarse confundido y emocionalmente vulnerable. Sin embargo, con el tiempo, cuando accede a una comprensión más amplia de su historia, suele reconocer quién actuó desde el amor silencioso y quién priorizó un relato antes que su bienestar emocional.
Un hijo no nace sabiendo discernir. Aprende a mirar el mundo a través de las palabras de quienes lo crían, de los relatos que escucha reiteradamente, de las verdades que se le transmiten y también de aquellas que se le omiten. Cuando la historia familiar es narrada de forma parcial o sesgada, el niño crece sin herramientas suficientes para comprender lo ocurrido en su totalidad.
Durante años puede asumir que la ausencia de uno de sus padres responde a desinterés, abandono o falta de amor, especialmente cuando esa es la única versión que recibe. Esa idea puede instalarse como una herida silenciosa. No obstante, la verdad posee una fuerza propia que, con el tiempo, suele abrirse paso.
Llega un momento —en la adolescencia o en la adultez— en que ciertos recuerdos, gestos y esfuerzos no visibles comienzan a adquirir otro sentido. Las ausencias dejan de ser interpretadas únicamente como elecciones personales y se comprenden dentro de contextos más complejos. En ese proceso, muchos hijos descubren que su dolor fue interpretado, administrado o explicado desde miradas adultas que no siempre priorizaron su derecho a conocer la verdad completa.
Ese despertar no necesariamente genera odio, sino una profunda decepción. La decepción de comprender que la verdad fue postergada cuando más necesitaba ser protegida, y que el silencio también puede convertirse en una forma de daño.
El padre excluido —aquel que intenta sostener su vínculo, su historia y el amor hacia sus hijos— no siempre lo es por falta de voluntad. Existen realidades familiares en las que el alejamiento no responde a una decisión libre, sino a circunstancias que superan al propio padre. Desde mi lugar de autor y compositor registrado en la Dirección Nacional de Derecho de Autor (DNDA), amparado por la Ley 11.723, resulta inevitable reflexionar sobre una contradicción dolorosa: los derechos vinculados a la creación intelectual encuentran protección legal, mientras que el sufrimiento emocional derivado de la exclusión parental muchas veces carece de respuestas claras y eficaces.
La justicia, concebida como garante de equilibrio, enfrenta grandes desafíos cuando se trata de conflictos familiares profundos. En esos vacíos, el dolor del padre excluido se amplifica, y los hijos quedan privados no solo de un vínculo, sino también de la posibilidad de construir su identidad sobre la base de la verdad.
Reflexión
La verdad puede resultar incómoda, pero es el único camino que protege la integridad emocional de un hijo. Mentirle no es cuidarlo: es sembrar confusión, es privarlo de la libertad de amar sin culpa y de comprender su historia con autonomía.
Un padre puede ser apartado del hogar, de la casa o de la vida cotidiana, pero cuando actúa desde el amor, la coherencia y la perseverancia, la verdad suele encontrar su camino hacia el corazón de sus hijos.
Porque la mentira puede educar el miedo,
pero la verdad —aunque tarde— libera.
Ruben Gustavo Ayala Williams
Palabras, Solo Palabras
“Pueden quitarme el techo, la casa o incluso la libertad,
pero jamás podrán borrar la verdad que llevo escrita en el alma.”
Padre Excluido
Autor y compositor registrado en la DNDA
Derechos protegidos por la Ley 11.723



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