Lo que la conciencia no olvida: La verdad interior siempre vuelve, aun cuando el mundo aplaude la mentira
Lo que la conciencia no olvida
La verdad interior siempre vuelve, aun cuando el mundo aplaude la mentira
Existen heridas que no se ven, pero pesan. Hay decisiones que pueden quebrar la confianza de un hombre, pero son las decisiones que hieren la propia conciencia las que dejan cicatrices que ningún silencio puede borrar.
Una persona puede intentar justificar sus actos, puede sostener apariencias, inventar historias o manipular voluntades para seguir adelante como si nada hubiera pasado. Puede incluso convencer a quienes la rodean, disfrazando la verdad detrás de gestos, excusas o relatos cuidadosamente armados.
Pero hay un espacio donde las máscaras jamás funcionan y donde la mentira no tiene lugar: la conciencia.
La conciencia es ese espejo que siempre devuelve lo que somos, no lo que mostramos. Es un testigo silencioso que permanece cuando todos los demás se han ido. Y ante Dios—o ante esa verdad superior que cada uno lleva dentro—no existe argumento capaz de sostener lo que el alma ya sabe.
La fidelidad no es solamente un pacto con otra persona: es un pacto con uno mismo. Romperla es dañarse por dentro, es sembrar una sombra que tarde o temprano reclama luz. Y cuando esa luz llega, llega sin pedir permiso.
Frase central
“La mujer que engaña y traiciona a un hombre, puede seguir mintiendo al mundo entero, pero jamás podrá engañar a su conciencia… ni a Dios.”
Reflexión final
Nada que se construya desde la mentira perdura. Todo vuelve, pero sobre todo vuelve la verdad interior, esa que no se puede negociar ni esconder. La conciencia es una ley que no escribe ningún tribunal humano.
Y es allí donde se libra la batalla más importante: la de poder mirarse a uno mismo sin bajar la mirada.
Firma y Derechos
Palabras, Solo Palabras
© Ruben Gustavo Ayala Williams
Todos los derechos reservados — Ley 11.723



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