Mi verdad más íntima: lo que aún guardo en el corazón
Durante mucho tiempo mi historia fue contada solo desde una voz, la que me dejó fuera de mi hogar y me alejó de mis hijos y nietos. Yo guardé silencio, cargando con juicios y miradas que nunca escucharon mi versión. Hoy decido abrir mi corazón para compartir lo que viví: la pérdida, la calle, la soledad, la recuperación… y también la esperanza de que un día la verdad completa encuentre su lugar.
La herida que marcó mi vida
Después de más de treinta años de matrimonio, mi vida cambió de un modo que nunca imaginé. Un día me encontré fuera de mi hogar, señalado por palabras que no contaban todo lo que había detrás. En medio de esa ruptura, reaccioné con dolor y desborde, diciendo cosas de las que me arrepiento, porque no eran mi verdadera esencia. Esas palabras fueron usadas para mostrarme como el villano de una historia que nunca fue tan simple.
Desde entonces, muchos escucharon esa versión, y con ella me juzgaron. Pero mi verdad seguía intacta dentro de mí, esperando el momento de ser contada. No para justificarme, sino para que se sepa que también tengo derecho a ser escuchado.
El abismo y la supervivencia
Esa exclusión me llevó a un lugar donde nunca pensé llegar: la calle. Pasé más de dos años viviendo en la intemperie, enfrentando frío, hambre, violencia y desprecio. Hubo noches en que la soledad era tan fuerte que parecía imposible resistir. También tuve tropiezos con el alcohol, buscando apagar dolores que no sabía cómo soportar.
La calle enseña de una manera cruel: te recuerda que sos frágil, que la vida puede cambiar en un instante, y que la dignidad, aun herida, es lo único que puede mantenerte en pie. Viví la discriminación, el miedo, y hasta el riesgo de perder la vida en un robo. Pero entre todo ese dolor, descubrí también que había en mí una fuerza que no conocía.
Decidir volver a vivir
En el fondo de ese abismo tomé una decisión: quería levantarme. No para volver a ser el mismo de antes, sino para ser alguien nuevo, alguien que aprendiera de sus errores y que recuperara su dignidad.
Busqué ayuda, luché contra mis propios fantasmas, trabajé en sanar. No fue un proceso rápido ni fácil, pero logré encontrar un camino. Hoy puedo decir que estoy de pie. No porque todo esté resuelto, sino porque ya no me rindo, ya no me pierdo en la oscuridad. Aprendí que la vida puede golpearte hasta dejarte en el suelo, pero también aprendí que siempre hay una forma de volver a levantarse.
Lo que aún guardo en el corazón
Quiero poder creer. En la vida. En las promesas que alguna vez tuvimos. En los sueños que imaginamos juntos. Quiero creer sin rencores ni temores, por nuestros hijos, por nuestros nietos, por todo aquello que soñamos construir como familia.
Aunque me hayas fallado, aunque te hayas confundido, aquí sigo, esperando con el corazón abierto. Porque siempre te voy a amar. Teníamos sueños, y nunca es tarde para volver a empezar.
Y si ese comienzo nunca llega, y aunque mañana no despierte, me iré con la certeza de que jamás dejé de amarte. Porque sigo creyendo en lo que alguna vez nos prometimos, en lo que quisimos ser, en lo que todavía podría ser.
Reflexión final
No escribo estas palabras para atacar ni para buscar venganza. Las escribo porque necesito que mi voz también exista. Porque mi verdad merece ser escuchada. Porque mi vida no puede quedar reducida a un solo relato.
A quienes lean esto, les pido que no juzguen con rapidez. Toda historia tiene más de una versión, y escuchar ambas es un acto de justicia y de humanidad.
A mis hijos y nietos, les digo: los amo con todo mi ser. Son mi motor, mi esperanza y mi mayor deseo de reencuentro. Sueño con volver a abrazarlos, con compartir sus vidas, con recuperar los momentos que se nos arrebataron.
La vida me enseñó que nada está garantizado, pero también que nunca es tarde para volver a empezar. Escribo con la esperanza de que un día la justicia, y sobre todo el amor, puedan devolverme lo que perdí: mi lugar como padre, como abuelo y como hombre digno.
Porque todavía creo. Todavía espero. Y todavía te amo.
Ruben Gustavo Ayala Williams – Palabras, Solo Palabras
Derechos Ley 11.723



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