35 años de amor y recuerdos: un homenaje a mi familia, Amar no es mirarse a los ojos, sino mirar juntos en una misma dirección

35 años de amor y recuerdos:  un homenaje a mi familia, Amar no es mirarse a los ojos, sino mirar juntos en una misma dirección 

Hoy cumpliríamos 35 años de matrimonio, un aniversario que no solo representa el paso del tiempo, sino la intensidad de un amor que marcó mi vida para siempre.

Todo comenzó aquel 2 de junio de 1988, cuando nuestros caminos se encontraron y nació una historia que parecía escrita por el destino. Un año después, el 9 de septiembre de 1989, sellamos nuestra promesa de amor con un compromiso que llenó de ilusión nuestros días. Finalmente, el 7 de septiembre de 1990 nos unimos ante la justicia, y al día siguiente, el 8 de septiembre, ante Dios, en ese altar donde nuestras miradas se encontraron con la certeza de un “para siempre”.

Ese instante, lleno de promesas, alegría y fe, sigue vivo en mí. Es como un fuego que no se apaga, una luz que ilumina incluso en medio de las tormentas.

A ti, el amor de mi vida, quiero decirte que ni las pruebas, ni las heridas, ni las sombras que atravesamos pudieron arrancar lo que siento. Mi amor por ti es más fuerte que la distancia, más resistente que el tiempo, y más profundo que cualquier dolor. Todo lo vivido contigo es un tesoro que guardo en lo más hondo de mi ser, porque fuiste, sos y serás parte esencial de mi historia.

A nuestros hijos, mi orgullo, mi alegría y la obra más hermosa de nuestro amor, quiero confesarles que los extraño con cada latido de mi corazón. Ustedes son la prueba viva de lo que supimos construir juntos: un amor hecho carne, un legado de vida. Cada sonrisa, cada abrazo y cada instante que compartimos está grabado en mí como la huella más pura y verdadera. Sueño con volver a caminar a su lado, acompañarlos, escucharlos y abrazarlos.

Hoy no escribo para quedarme en lo que no fue, sino para honrar lo que sí existió: un amor verdadero, genuino, que enfrentó pruebas, que resistió y que, pese a todo, dejó huellas imborrables. Porque amar no significa poseer, sino recordar con gratitud, perdonar con humildad y desear siempre lo mejor para aquellos que amamos.

Treinta y cinco años después, mi corazón sigue lleno de amor. Mi memoria no olvida ni un instante de nuestra historia, y cada paso que doy está acompañado por la esperanza de un reencuentro, por la fe en que los abrazos volverán, y por la certeza de que nada de lo vivido fue en vano.

Porque amar es eterno. Y lo que se siembra con sinceridad y pasión, lo que se entrega sin reservas, nunca muere: permanece, renace, se transforma y nos impulsa a seguir adelante.

Hoy quiero gritarlo con el alma: jamás es tarde para volver a empezar de nuevo. Amar no es mirarse a los ojos, sino mirar juntos en una misma direccion. Te Amo Claudia

Con todo mi amor, siempre.

✍️ Autor: Rubén Gustavo Ayala Williams
📚 Con derechos reservados – Ley 11.723
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