Carta Abierta a la Vida, a la Justicia y a mis Hijos, No pido lástima. Pido memoria, Pido justicia, Pido paz.
Carta Abierta a la Vida, a la Justicia y a mis Hijos
(Por Ruben Gustavo Ayala Williams)
Cuando el silencio se vuelve insoportable
Escribo estas palabras porque el silencio duele más que cualquier golpe. Las escribo porque, si mañana no estoy, quiero que quede mi verdad. Quiero que la vida sepa, que la justicia escuche y que mis hijos recuerden.
No escribo para mendigar amor ni para despertar lástima. Escribo porque tengo derecho a contar mi historia. Porque después de tantos años de darlo todo, merezco que alguien, al menos por un momento, lea y entienda.
Un padre que eligió no rendirse
Todo lo que hice en esta vida fue por ustedes, mis hijos. No me arrepiento de nada. Si tuve que sacrificar horas de sueño, cansancio, salud y hasta momentos personales, lo hice por amor. Nunca por obligación. Siempre con el corazón.
Cuando comenzó nuestro matrimonio y llegaron Maximiliano y Johanna, supe que nada sería fácil. Pero tampoco imposible. En mi corazón había una sola misión: que nunca les faltara nada.
Armé con otras personas un emprendimiento de panadería. Me levantaba a las 4 de la mañana para ir a otro barrio a amasar. Después salía en bicicleta a vender por todos lados. El sol aún no salía, y yo ya estaba en la calle, pedaleando con la esperanza de que en nuestra mesa nunca faltara pan.
Inventar, trabajar, resistir
Años más tarde, llevé ese trabajo a casa. Una mini panadería, una pizzería improvisada, pero hecha con amor. Después vinieron otros empleos: colectivero, camionero, fletero. Y cuando me quedaba sin trabajo, inventaba algo para seguir. Jamás me quedé quieto. Jamás bajé los brazos.
Cuando Maxi empezó a jugar al fútbol en las inferiores de Racing, lo llevaba todos los días a las prácticas en un ciclomotor viejo que apenas aguantaba. Pasamos hambre, frío, calor, pero nunca dejé que le faltara lo esencial.
A Johanna la llevé a la escuela de modelos de Anamá Ferreira. No pude sostenerlo por lo costoso, pero lo intenté. Siempre quise que mis hijos tuvieran oportunidades, aunque para mí no quedara nada.
Llegué a tener tres trabajos: manejaba colectivos, era remisero y hacía vigilancia los fines de semana. Y aun así, no paré: armé una heladería, una pollería, una panadería y pizzería. Lo último fue salir a vender café en la calle: me levantaba a las 3 de la mañana, amasaba tortas fritas, preparaba el café y salía a vender con el frío cortándome la cara.
La llegada de Isaías y la lucha diaria
Después llegó Isaías, nuestro tercer hijo. Como su madre volvió a trabajar, me hice cargo de él desde los dos meses. Siempre conmigo. Lo llevaba a todos lados. Dormía poco, trabajaba mucho, pero jamás lo dejé solo. Me costaba cambiar pañales, sí, pero lo hacía. Porque ser padre no es delegar: es estar, es sostener.
Cuando fueron adolescentes, los llevaba a la matiné con sus amigos, armábamos fiestas en casa, siempre presente. Con Maxi atravesé momentos duros: buscarlo en una comisaría, sacarlo de peleas, defenderlo cuando lo discriminaban. Un padre está para eso: para dar la cara, siempre.
Con mis nietos también estuve: los llevaba todos los días al jardín y a la escuela, les preparaba la comida, porque su madre no lo hacía. También construí nuestra casa, ladrillo por ladrillo. Cada pared, cada espacio, tiene mis manos. Todo lo hice por amor.
Y entonces, la vida me dio la espalda
Después de tantos años de lucha y sacrificio, me dejaron solo. Me excluyeron de mi hogar con una denuncia que considero injusta. Un papel me quitó el derecho de volver a entrar a la casa que yo levanté.
Terminé en la calle. Pasé frío, hambre, violencia. Dormí donde pude. Estuve al borde de la muerte. Y la justicia nunca me escuchó. Fui un número más, una firma más en un expediente. ¿Cuándo la justicia mira a los hombres que aman a sus hijos y que solo quieren estar con ellos?
Esta carta es mi voz cuando nadie quiere escuchar
No maté a nadie. No hice daño. Estoy a derecho. No mendigo amor. No tengo odio. Solo quiero que la verdad se sepa.
Si mañana muero, que mis hijos puedan leer esto y recordar. Que pongan en la balanza todo lo que hice. Si quieren desmentirme, que lo hagan. Mi conciencia está limpia.
Un pedido para la vida, para la justicia y para todos los padres
Amo a mis hijos. Amo a mis nietos. A su madre también, a pesar de todo. No busco venganza. No busco destruir. Solo quiero justicia. Solo quiero volver a abrazar a mi familia.
Señor, dame fuerzas para seguir. Dame salud para vivir unos años más. Que la verdad salga a la luz.
No pido lástima. Pido memoria. Pido justicia. Pido paz.
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