JAMÁS ES TARDE PARA VOLVER A EMPEZAR: Por Rubén Gustavo Ayala Williams
JAMÁS ES TARDE PARA VOLVER A EMPEZAR
Por Rubén Gustavo Ayala Williams
Hay momentos en la vida que parecen marcar un final. Cuando se apagan las luces del hogar, cuando los pasos ya no se oyen en la casa, cuando el silencio reemplaza la voz de los hijos, y el mundo —sin juicio ni defensa— decide empujarte a la calle.
Yo estuve ahí. En el abismo. En la vereda fría. En la soledad más brutal que un hombre pueda soportar. Estuve herido, excluido, humillado. Sin techo, sin certezas. Dormí con miedo, caminé sin rumbo, y muchas veces dudé si volvería a levantarme.
Pero hoy escribo desde otro lugar.
Porque hoy, después de tantos inviernos sin nombre, cierro un ciclo distinto: un ciclo de aprendizaje, dignidad y esperanza.
Volví a estudiar. Volví a sentarme en un aula. A mis 54 años, con más cicatrices que certezas, me animé a ser alumno otra vez. Y eso, créanme, no fue un paso menor. Fue una hazaña personal. Un grito de vida. Una victoria íntima sobre todos los "no podés", "ya es tarde", "ya fue".
Y no estuve solo.
Por eso quiero agradecer desde el fondo de mi alma:
🔹 Al profesor Alberto Lencinas, por su entrega humana y profesional. Por cada clase, por cada explicación paciente, por mirar más allá del alumno y ver a la persona.
🔹 A los directivos del Centro de Formación Laboral N.º 410, que hacen posible este espacio donde tantos volvemos a soñar, a aprender, a crecer. Gracias por abrir las puertas y por sostenerlas abiertas para todos los que creemos que todavía hay tiempo.
🔹 A mis compañeros y compañeras de estudio, con quienes compartí no solo conocimientos, sino humanidad. Porque cada uno, con su historia, sus preguntas y su esfuerzo, fue parte de esta nueva construcción que me llevo en el alma.
Este logro en informática no es solo un certificado. Es una llave. Una puerta que se abre. Es una afirmación: todavía puedo, todavía valgo, todavía estoy vivo y tengo algo para dar.
Este logro se lo dedico:
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A quienes estuvieron cuando yo no era nadie.
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A los que me vieron tirado y no me pisaron.
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A quienes me abrazaron cuando el mundo me cerró sus brazos.
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A mis hijos, que aunque hoy no me hablen, son la razón por la que sigo de pie.
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Y a todos aquellos que hoy están quebrados, marginados, perdidos: hermano, hermana… no bajes los brazos. No estás solo. Jamás es tarde para volver a empezar de nuevo.
Y como escritor, como hombre que volvió a la palabra para no morir en el silencio, me doy el lujo de cerrar este testimonio con un poema nacido de lo vivido:
Poema final: "Volver a Empezar"
A veces la vida se rompe
como un vaso en medio del alma,
y el agua que fuimos se escurre
sin nadie que junte las ganas.
A veces nos quitan los sueños,
los hijos, la casa, el abrigo,
y andamos mendigos de afecto
perdidos, heridos, sin nido.
Pero hay una voz que no muere,
que dice bajito: "¡Resiste!",
porque aunque te borren los mapas
tu fe, si es real, no desiste.
Yo fui despojado de todo,
viví entre cartones y miedo,
y hoy desde un aula encendida
declaro que aún me reinvento.
Agradezco al que no me dejó,
al que me miró sin desprecio,
al que me tendió su palabra
cuando yo era solo silencio.
Y si vos que leés estás solo,
tirado, perdido, quebrado,
te digo: levántate hermano,
que el barro también es pasado.
Y el sol, aunque tarde, regresa...
cuando uno decide intentarlo.
Rubén Gustavo Ayala Williams
Palabras, Solo Palabras
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