Me hablaste al corazón y me diste un nuevo comienzo

 

Oración: Me hablaste al corazón y me diste un nuevo comienzo

Señor amado,
gracias por hablarme al oído cuando más lo necesitaba,
cuando el mundo solo gritaba para herirme
y el silencio de la soledad pesaba más que cualquier palabra.

Tú me hablaste sin juzgarme,
me abrazaste sin condiciones,
me levantaste sin pedir explicaciones.

Después de todo lo que tuve que pasar,
después de todo lo que tuve que soportar —el rechazo, la injusticia, la calle, la humillación—
tú estuviste ahí…
cuando nadie más quedó.

Hoy vengo ante Ti con el corazón quebrantado,
consciente de que he caminado por sendas de dolor y oscuridad,
pero con la esperanza viva de que Tu luz puede transformar mi vida.

Decido escucharte,
porque Tu Palabra es viva, es verdad, es guía en medio del caos.
Abro mi corazón para recibirte, Jesús de Nazaret,
como Salvador, como amigo fiel, como Señor de mi historia.

Reconozco mis errores, mis pecados, mis caídas...
no para quedarme en la culpa,
sino para levantarme en tu gracia que todo lo renueva.

Me arrepiento de corazón.
Te entrego mi pasado con todas sus sombras,
y me aferro a tu promesa de una vida nueva.

Confieso con mis labios que Tú eres el Señor,
y creo con todo mi ser que venciste la muerte para darme vida eterna.

Justifícame por la fe,
no por mis méritos, sino por tu sacrificio de amor.
Sumérgeme en las aguas del bautismo, espiritual y literal,
para morir al viejo yo, y renacer como una nueva creación.

Ayúdame a cambiar mi estilo de vida,
a dejar atrás todo lo que me aleja de Ti.
Enséñame a vivir en santidad,
no como una carga, sino como una expresión de gratitud y libertad.

Y cuando mis pasos flaqueen,
recuérdame tu voz en medio del desierto,
tu presencia en el dolor,
tu fidelidad en la noche.

Dame un corazón obediente,
que no solo te escuche… sino que también te siga.
Porque obedecer tu Palabra no es perder la vida,
sino hallarla plenamente en Ti.

Gracias, Dios eterno, por las segundas oportunidades,
por las puertas abiertas, por el perdón inmerecido.
Gracias porque aunque muchos me dieron por perdido,
Tú me volviste a llamar por mi nombre.

Aquí estoy, Señor.
Vivo. De pie. En tus manos.
Hazme nuevo.
Hazme tuyo.
Y nunca dejes de hablarme al corazón.

Amén.


✍️ Rubén Gustavo Ayala Williams
📜 Texto protegido por la Ley 11.723 de Propiedad Intelectual.
📘 Publicado en el blog “Palabras, Solo Palabras”
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