La Miel: El Tesoro Dulce que No Caduca
La Miel: El Tesoro Dulce que No Caduca
Por Rubén Gustavo Ayala Williams
En un rincón del mundo natural, lejos del ruido de las industrias modernas, un milagro silencioso ocurre desde hace milenios: las abejas, esas pequeñas arquitectas del equilibrio ecológico, producen una sustancia que desafía al tiempo. La miel, ese néctar dorado que nos ofrece la tierra a través de su zumbido más humilde, es mucho más que un alimento. Es un mensaje.
Pocas cosas como la miel pueden decir tanto sin hablar. No necesita conservantes, no requiere refrigeración. Simplemente es. Resiste al paso del tiempo, a la intemperie, a las modas y a las etiquetas. Se han encontrado ánforas selladas con miel en tumbas egipcias de más de tres mil años… y esa miel todavía estaba en condiciones de ser consumida. ¿Qué otro alimento puede decir lo mismo?
Pero la magia de la miel no se limita a su longevidad. Es antibacteriana, cicatrizante, energizante. Alivia la tos, suaviza la garganta, mejora la digestión y nutre la piel. Cada gota contiene un universo de propiedades curativas, como si la naturaleza misma nos ofreciera un remedio en forma de dulzura.
Y sin embargo, la miel es también metáfora. En tiempos donde todo parece perecer rápidamente —las relaciones, las promesas, incluso las palabras—, ella permanece. Nos recuerda que aún hay cosas que no caducan: la fe, la memoria, el amor sincero. Que hay verdades que, como la miel, pueden conservarse en lo profundo del alma, intactas, a pesar del olvido o del dolor.
No es casual que muchas culturas hayan asociado la miel con la sabiduría, con la bendición, con la tierra prometida. En la Biblia, se habla de una tierra que mana leche y miel: una tierra de abundancia, de paz, de propósito. Quizás por eso, en medio de nuestras crisis personales, nuestros exilios o nuestras heridas, necesitamos recordar que lo dulce no siempre es débil. A veces, lo dulce es lo eterno.
La miel nos enseña, sin decirlo, que lo que vale la pena se construye con paciencia. Que el trabajo invisible —como el de las abejas— puede crear algo imperecedero. Que lo natural aún tiene la última palabra.
Y quizá, como quien guarda una cucharada de esperanza, podamos aprender de ella. Tal vez haya algo en nosotros que también esté hecho de miel.
“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos.”
— Proverbios 16:24
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