“A mis hijos, con el alma desnuda”

 

“A mis hijos, con el alma desnuda”

Perdón, hijos míos, perdón les pido,
por los días grises que nunca se fueron,
por mis tormentas que oscurecieron su cielo,
por las veces que quise darles mi luz
y solo pude ofrecerles mi sombra.

Perdón por los silencios que desgarraron,
por las palabras que deberían haber sanado
y fueron cuchillos, heridas abiertas
que nunca supe cómo curar.

No hay excusa que pueda borrar mi error,
ni tiempo que regrese lo que perdí,
pero en el eco de mi arrepentimiento,
les ofrezco mi corazón, ya roto, aquí.

Fui humano, quebrado, errante,
y aunque cada caída me dolió,
en cada uno de mis fallos, los amé,
pero mi amor nunca fue suficiente, nunca fue lo que soñé.

Di todo lo que pude, lo poco que fui,
mis sueños rotos, mis fuerzas quebradas,
porque mi mayor deseo era verlos felices,
pero no supe cómo brindarles esa paz de un día gris.

Perdón por las lágrimas que no vieron,
por los sueños que no apoyé,
por las promesas rotas al viento,
y por los abrazos que no llegué a comprender.

Hoy, frente a ustedes, no soy el padre,
solo un hombre, perdido y desarmado,
con el alma desnuda, arrastrada por el viento,
rogando que pueda sanar lo que he destruido.

Si pueden, hijos míos, miren en mis ojos,
en ellos arde un amor que nunca morirá,
pero también una desesperación infinita,
porque vivir sin ustedes es vivir sin razón, sin aire, sin paz.

Y si el tiempo, cruel y distante, nos concede un milagro,
volveré a intentar, aunque el peso me venza,
sembrarles sonrisas en sus días rotos,
y pintar sus almas de un amor que ya no tiene más tiempo.

Por siempre, su padre, que los amó y los ama
con una tristeza tan grande que ni el cielo comprende,
hoy, mañana, y hasta el último de mis días
en los que pueda respirar en la sombra de su olvido.

Ruben Gustavo Ayala Williams

Derechos de la propiedad Intelectual Ley 11723

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